¿Cómo acompaño los conflictos?

Entendemos, cada vez más, que los conflictos necesitan ser acompañarlos con calma, sin gritos, sin luchas de poder, sin juicio, con respeto, con mirada amorosa, con presencia y acompañando el proceso emocional natural del niño o niña, pero…

¡Qué difícil abrazar los conflictos, permitirlos, acompañarlos en vez de resolverlos, no buscar un culpable, dejar el juicio y la lógica adulta a un lado…! ¡Qué difícil!

Sobre todo es difícil porque lo centramos todo en el momento del conflicto. Sin entender que el acompañar los conflictos con amor y respeto empieza mucho antes que el propio conflicto.

«Acompañar los conflictos respetuosamente» no es una fórmula a aplicar en el momento del conflicto
, no es un paso a paso a seguir, no es un método, ni atiende a una regla única y universal. Tiene que ver con una actitud, una mirada, un saber estar delante de los conflictos de los niños, y de la vida.
Requiere más de calma que de instrucciones; requiere más de una sensibilidad despierta que intuye qué cuida, que de una forma concreta con palabras concretas; requiere más de conexión que de mente… Y todo eso empieza antes del conflicto, todo eso está presente antes del conflicto.

Poder abrazar los conflictos sin evitarlos, sin negarlos, sin distraerlos, sin resolverlos… es posible si nuestra actitud delante de los conflictos es otra.

Aunque lo sabemos desde la teoría, en la práctica seguimos luchando con los conflictos, seguimos viviéndolos mal, seguimos sin ver más allá, seguimos hartas y queremos que se acaben y que no surjan más. Desde aquí los mecanismos inconscientes, los automáticos saltan a la palestra una y otra vez… y sentimos que así no, pero no sabemos cómo, la culpa entra en escena y… el dolor está servido. Estas vivencias negativas alimentan la negación de los conflictos, alimentan la creencia de que son malos y a evitar.

Pero romper el ciclo es posible, ponerse a favor de los conflictos es posible, verlos como oportunidades es posible.

La transformación NO se da en el momento del conflicto,
el cómo estamos en el conflicto es el resultado de una transformación previa, interna.

¿Y qué quiere decir eso?
Cuando intentamos que un niño aprenda algo en el conflicto, estamos forzando el conflicto y su proceso. El conflicto no es el momento para que aprendan a «comportarse», a canalizar la energía de agresividad o a aceptar la frustración, ni para aprender «modales» ni para que conecten con su necesidad…

El conflicto habla de que hay algo en desequilibrio, puede ser lo más tonto del mundo como que tiene sueño y ya, o puede ser más complejo como que expresa su dolor por la desubicación que siente al haber tenido un hermanito. El conflicto tangible es un síntoma, que habla de un conflicto invisible, más extenso que el propio momento de explosión.

Acompañar el conflicto no empieza en el estallido del conflicto ni acaba cuando el niño se calma. Esa parte, la visible, diría que es la menos importante. Esa parte, nos revela que hay algo que mirar, algo sencillo (como que hay que parar e ir a dormir) o algo complejo (como que necesita presencia, calma y juego libre para colocar vivencias que no acaba de integrar.)

Nos centramos en ese momento visible, de estallido, llanto, agresión, forcejeo, rabieta… y olvidamos el resto. Ese momento tan solo (y no es poco) requiere de calma, de contención, de presencia, de palabras que acompañen, de límites amorosos, y paciencia.

El resto del conflicto requerirá que nos replanteemos cosas (dinámicas, trabajo personal, ritmos, logística…), que tomemos decisiones, que pongamos mirada y atención en el momento y también en detalles del día, cotidianos; y que transformemos internamente y externamente a favor de sus necesidades y desarrollo.

Por eso es importante no luchar contra los conflictos, sino ponernos a favor para ver todo lo que nos explican, para abrirnos al antes y al después, para estar de una forma que integre el conflicto, que vea que es necesario y que juega a nuestro favor porque des-cubre lo que hay más allá de él.

Abrazar los conflictos es posible cuando entiendes el engranaje en el que se dan.
Estar en calma es fácil cuando nos abrimos a verlos como oportunidades de crecer en amor.

Soy Carlota Sala Rabassa y la maternidad supuso una revolución en mí, y en mi familia. Desde que llegó mi primer hijo, nuestra vida empezó un nuevo camino y ahora soy madre de cinco niños maravillosos que son el motor de cambio y retorno a una vida consciente. Vivimos en medio de la naturaleza y mis hijos no van a la escuela. Soy practicante de la VIDA, y divulgadora del CUIDADO.

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