La naturaleza como espacio de juego
Construyendo cabañitas para los animales, hadas o duendes, o construyendo, simplemente.
Somos una familia bastante austera, sentimos que menos es más, pero a veces (supongo que por la presión mediática) pensamos que deberíamos comprar más material o juguetes a los niños.
No sé si os pasa que cuando veis o creéis ver alguna dificultad o carencia en el niño, ya sea que descubrís que tiene poca habilidad con las manos, o que lee poco o mira pocos cuentos, o que es patosa/o corriendo o saltando, que casi no juega a construir, o que pinta mal para su edad… la solución siempre pasa por comprar algo, un material, un libro, un juego.
A mi me pasa, y las veces que he comprado el objeto de la “solución”, me doy cuenta que estoy forzando desde lo material en vez de observar, que estoy juzgando (que algo hace mal o poco) en vez de acompañar su ritmo, que estoy delegando en un material en vez de responsabilizarme y poner mirada y presencia a esa carencia.
Lo que mis hijos me han enseñado es que el material está en todas partes, todo es un juego, fregar platos, un cazo, las cortinas, cantar, las piedras, una revista, comprar, cualquier cuerdita, una caja, una botella, muchas tapas, ir en coche, … Somos los adultos que no vemos eso por que no tenemos esa mirada de niño que ve que la vida es juego.
La naturaleza es nuestra gran aliada, la que proporciona un sin fin de material y juego, la que nos provee de todo lo que necesitan los niños, la que es rica en opciones y posibilidades.
No encontraremos nunca una juguetería mejor que la naturaleza.
A veces los niños reaccionan a la naturaleza con rechazo y se quejan: me pincho, está sucio, el suelo está duro, no puedo subir, bájame del árbol, me he rascado, hay un bicho, se me llenan los pies de arena, el agua se mueve… por qué?
Nosotros venimos de la ciudad y nuestro hijo mayor creció sus primeros años allí. Cuando íbamos a la naturaleza todo le molestaba… y a nosotros en parte también pero no lo reconocíamos. Me di cuenta que a mi hijo le faltaba horas y horas en la naturaleza, dejar de decirle: cuidado, no te ensucies, eso a la boca no, te vas a caer, no toques el bicho, que pica. Y dejar de asustarme yo cada vez que sentía un cosquilleo que me subía por la pierna.
Con la práctica y ahora que vivimos en ella y salimos cada día, me he dado cuenta que como todo, ellos necesitan su ritmo y su proceso de adaptación, re conectarse con lo que son, por que ellos son naturaleza. De hecho estamos más próximos a un árbol que a un plástico, el árbol está hecho de muchas cosas de las que nosotros también, así que vibramos similar, sólo hace falta que nos reconciliemos y nos re conectemos con lo que somos.
Darles tiempo es la clave, escucharlos, y sobretodo no juzgarlos.
Lo importante es que cuando llegas a un lugar: playa, bosque, montaña, te estés sentado largo tiempo, el suficiente para que exploren, suban, bajen, corran, salten, miren, encuentren, toquen, dejen, experimenten, para que se sientan seguros y así puedan sumergirse en un juego, en una exploración concreta o empiecen a relacionar materiales y objetos.
Mis hijos cuando llegan a un lugar primero lo exploran desde el cuerpo, en plan sala de psicomotricidad, después del subidón de energía llega la calma, juegos tranquis, juego simbólico, si juegan juntos, o se concentran cada uno a lo suyo.
Se repite este proceso cada vez que salimos, primero cuerpo, luego mente y luego alma.
Así cuando están concentrados en SU juego, inventado, simbólico, experimental… es cuando están actuando des del alma, cuando están conectados con quienes son, y lo que necesitan.
Estos momentos en que les hablas y no están, el tiempo pasa y no se enteran, en ese momento es cuando su alma se expresa a través de su cuerpo. Es cuando él o ella son..
Estar en contacto con la naturaleza nos aporta infinitos beneficios, recarga, re conexión, equilibrio, y para ellos es la oportunidad de regresar de dónde vienen.
Siempre que puedas corre a un parque que tenga tierra, un bosque lleno de árboles o la playa. Es bueno para ellos y para ti.
Cristina martinez Gracia
Comparteixo del tot, una abraçada Carlota!