Se nos olvida…
Olvidamos que los niños y las niñas son niños y niñas. A muchos adultos les molesta lo que conlleva ser niñxs, desde la represión que vivieron en sus infancias, desde la herida de ser acallados una y otra vez, desde el dolor inconsciente de no haberles dejado ser plenamente niñxs en su infancia.
Lxs niñxs necesitan moverse (y mucho!): correr, saltar, colgarse, trepar, hacer volteretas, empujar, arrojar, subir, bajar, rodar, bailar, estirarse, agitarse…
Necesitan explorar: meter sacar, montar, desmontar, apilar, tirar, cambiar de sitio, tocar, romper, abrir, cerrar, construir, derrumbar, hacer agujeros y montículos, mojar, y mil etc.
Necesitan expresarse: hablar, cantar, gritar, reír, llorar, patalear, decir NO, preguntar y preguntar y preguntar…
Necesitan jugar de todas los formas posibles y todo el tiempo, solos, contigo, con hermanxs, con iguales.
Y no hacen todo eso para fastidiarnos, para molestar, ni llamar la atención.
Hacen todo eso porque lo necesitan para crecer, desarrollarse y desplegarse. Para aprender, ser autónomos y autorregularse.
Los espacios no están preparados para acoger sus necesidades y nos pasamos el día diciendo: no grites, ahora no cantes, no corras, en el sofá no saltes, aquí quietecita, juega tranquilo (y solo), aquí no trepamos, no rompas, no tires, no te muevas tanto, no te enfades, no llores…
¡Madre mía! Qué rápido hemos olvidado nuestra infancia.
Esa es la realidad de lo que necesita a diario toda la infancia, y no estamos preparadas para acogerla, no tenemos medios, sostén, ni energía. Lo sé. Pero ellos no pueden cargar con el déficit de los adultos, con el muerto de que como sociedad no lleguemos. Quien tiene que cargar con eso somos los adultos. Y luchar por estructuras que nos cuiden, a nivel individual y colectivo. Pero que ellos no paguen el pato de una sociedad incompetente.
Creemos oasis en nuestros hogares donde el juego sea el protagonista en todo momento, el mobiliario sea para ellos, los gritos y las risas la música de fondo, donde los llantos y las rabietas tengan espacio y brazos que los acojan…
Te irás a dormir cansada, muy cansada. Te lo garantizo. Pero también te irás a dormir con el corazón lleno de amor. Sintiendo esa satisfacción interna de saber que haces lo que te toca, como acompañante de la infancia, que desempeñas el papel tan importante que es ser madre y padre, que llegas a lo importante (que no urgente), que eres agente imprescindible para que la infancia crezca sintiéndose amada.
Y sí, cuando priorizamos sus necesidades a las nuestras, pasan cosas. Aparece la fatídica pregunta desde el desborde de ¿Y yo qué?.
Y yo te pregunto… ¿y tú qué?.
Sólo en la crisis del ¿y yo qué? podemos empezar a cambiar cosas a realmente, a recrear la realidad en la que vivimos. Desde ese dolor, esa rabia, ese impulso empezaremos a transformar verdaderamente a favor del cuidado. Pero que esta vez, los cambios no se den hacia abajo, que no se recorte en el entorno de la infancia, ni en sus necesidades. Que los cambios se exijan hacia arriba, en las estructuras que no nos sostienen. Y no hablo sólo del sistema, como institución abstracta, hablo de la estructura que nosotras hemos creado, basada en un sistema de creencias y necesidades que nos han inculcado, creado y sometido, que necesita ser revisado. Hablo de cambiar tu escala de valores, tu idea de autocuidado, tus creencias sobre el dinero, tu estructura y relación de pareja… hablo de CAMBIAR tu mirada a favor del cuidado, a favor de lo verdaderamente esencial, y no para tus hijxs, para ti.
Ellxs son el motor, ellxs son el impulso, el gran espejo en el que vernos, el terremoto que viene a remover cimientos… parece que el cambio es para ellos, que también, pero es necesariamente en y para ti. Y es a favor de la vida.
¿Te apetece comentar?