Ser buena influencia sin dejar de ser tú.
Nuestra influencia sobre los niños es mucha, tanto que abruma, por eso es tan importante cuidar cómo nos relacionamos con ellos, PERO, no caigamos en ser robots que siguen instrucciones del manual de «la buena madre». Ser auténticas es la mejor influencia que podemos ofrecerles, sin duda. Entonces… cuidemos y nutramos nuestro interior para que lo que nazca auténticamente sea amoroso y respetuoso.
La influencia que ejercemos en nuestros hijos está ampliamente demostrada, y es necesaria. Lejos de despertar la culpa, el exceso de responsabilidad, la herida de insuficiencia o el perfeccionismo insano, esta información nos sirve para entender el poder que tenemos y la oportunidad que nos trae.
Por nuestros hijos somos capaces de todo, no uses esa capacidad para ser perfecta, úsala para ser tú, más tú que nunca.
La mejor forma de ser una influencia sana (que no buena) para tus hijos es que seas auténtica, en tus emociones, reacciones, contradicciones, ideas, valores, creencias…
Sin estar controlando lo que digo, cómo lo digo, reprimiendo por el camino tus emociones, tus reacciones, tus sentimientos…
Y diréis: pero a veces lo que nace no es lo más «educativo», no es lo más respetuoso, no es lo que más cuida, no es lo que mis hijos necesitan…
¡Claro! Pero cuando perdemos los papeles, gritamos a nuestros hijos (que no, no cuida), reprimimos sus emociones, los etiquetamos, etc. ¿Quién habla por nosotras? Nuestra herida, nuestro cansancio, nuestro desbordamiento, nuestra des-nutrición interna…
Entonces… ¿Qué es básico para ser auténticamente respetuosas con nuestros hijos?
Estar bien.
Y estar bien no es no estar tristes, enfadadas, aburridas… No es estar Felices como nos han vendido, siempre alegres, contentas, ilusionadas… no.
Estar bien es sentirnos plenas, nutridas, cuidadas y abundantes interiormente.
Hay muchas maneras de sentirte así, pero una y la más importante es atendiéndote, darte mirada y atención a ti misma. No es darte TODO lo que necesitas (o crees que necesitas), a veces, siendo madre, eso no es tan viable.
Cuidarte interiormente es darte presencia. Es mirarte. Sentir cómo estás. Darte el permiso de estar como estás. Amarte aquí y ahora. Darte un espacio de silencio para, simplemente, estar contigo misma. Y acogerte y abrazarte.
Creemos que tenemos que cumplir sueños, alcanzar metas, ser así o asá, lograr lo propuesto para sentirnos abundantes y plenas. Nada más lejos.
La abundancia nace en tu interior, se cultiva en tu interior y solo tú puedes nutrirla, con tu presencia.
Creemos que hemos de aprender, estudiar, formarnos para ser «buenas madres». Siempre desde fuera. Cuando, en realidad, la clave la tenemos en nuestro interior.
¿Quieres ser una influencia sana para tus hijos? Trabaja en ti.
¿Y cómo lo hacemos? ¿Por dónde empezamos? ¿Qué significa trabajar en mí?
Estamos tan malacostumbradas, tan desconectadas, que algo tan propio se nos escapa.
Empieza por algo tan sencillo como conectar contigo. Sentirte. Escucharte. Atenderte. Hay muchas formas, la que, para mí, ha resultado ser más eficaz es bajar al cuerpo. El cuerpo es la puerta que conecta con tu interior. Poner la atención al cuerpo, moverlo, abrirlo, respirarlo, te conduce a ti. Y desde aquí sabrás qué necesitas (terapia, amigas, naturaleza, calma, acción…)
Empieza por algo muy sencillo, siente tu cuerpo, aquí y ahora. Sin más. Sin miedo.
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