Dos y nada más…
Jordi y yo llevabamos semanas sin encontrarnos… el trabajo, los horarios, los niños, el trabajo personal… un montón de obstáculos que no nos dejaban llegar a los ojos del otro, a los roces de piel, a los abrazos furtivos (porque mis hijos son varones muy celosos de su madre) (como su padre lo es conmigo)… dias y dias esperando el momento, nuestro momento… y no llegaba, llegaban los reproches, las culpas del otro, los juicios, los rechazos… que se convirtieron en distancia, amable distancia, esa distancia que no define que eres ni donde estas, no deja lugar a la duda ni a la revisión, todo está bien cuando en realidad no lo está… y es tan fácil caer en ese estado de ni contigo ni sin ti, ese equilibrio tormentoso que te nubla el sentir a tu pareja, a ti mismo. Caes en la maraña de situaciones inocuas en las que ni besos, ni caricias, ni miradas caben: no hay tiempo, estoy cansada, tengo que hacer…
Pero el amor está presente, siempre está presente aunque no lo veamos.
Y decidí mirarlo, decidí buscarlo en las esquinas de mi casa, debajo de los muebles y estaba allí, en medio de todo, esperando ser visto por unos ojos con hambre y sed de sentir. Y estaba él, buscando su amor, también, y nos encontramos una noche de luna casi llena y recuperamos las caricias, las miradas, los besos, las charlas, los sueños, los planes, pero lo más importante recuperamos el presente de estar juntos, aqui y ahora, tu y yo… Y la promesa eterna de que ni los horarios, ni los niños, ni los trabajos, ni los trabajos personales, ni la familia, ni las obligaciones… serian obstaculos, porque estar estaran, y bienvenidos en nuestro camino, pero el amor es más grande y pasa por encima de todo eso y se establece en el todo, encontrando huecos donde materializarse.
En nosotros los huecos siempre han sido las noches, el espacio donde nos encontramos y reencontramos, nuestras noches hasta las tantas, en la sala encima de nuestra enorme alfombra, hablando, riendo, sintiendo, en el silencio de la casa, nuestra casa…
En otros será los domingos, en otros durante las comidas, en el baño, en la playa, en la montaña… cada pareja tiene su espacio sagrado donde no entra nada más que él y ella… y el resto se apaga, se silencia…
Y entonces ha vuelto la culpa de nadie, la casa desoredenada, los deshorarios, el llegar tarde a todos lados, los no baños a la nohora, los pelos sin peinar, el jardín a medias… y el espacio se ha llenado de miradas, caricias, y abrazos furtivos detrás de las puertas….
Hoy he conocido a alguien muy inspirador, que además ha llegado en un momento de mucha inspiración interior…
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Anónimo
Entonces, hay un tercero?
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viajamor
Gracias . Que bueno. Me has recordado que tengo que encontrar las caricias perdidas! Ups! Menos mal! Voy!