Acompañar sin sobreproteger

Muchos piensan que sobreprotegemos a nuestros hijos cuando los llevamos en brazos hasta que ellos deciden, cuando dormimos con ellos aun con edad avanzada, cuando damos teta hasta que caminan o corren o leen, cuando no castigamos, cuando los abrazamos después de agredirnos, cuando no chantajeamos para que se comporten…

La realidad es bien diferente… qué es sobreproteger, en realidad?

Todos ejercemos la sobreprotección con nuestros hijos, cuando queremos evitarles el dolor, las dificultades, las trabanquetas de la vida, si las entendemos así, los conflictos. Todos sobreprotegemos cuando hacemos por ellos, cuando decidimos por ellos, cuando acallamos y disimulamos sus emociones, las nuestras… por su «bien»(o el nuestro)…

Los niños han venido a vivir la vida y nosotros no podemos evitarles la vida… sería ir contra propósito vital. Ellos han venido a experimentarla en su amplio espectro, en todo su riqueza de experiencias y vivencias. Por qué nos empeñamos en no querer verles ante dificultades, ante el dolor, ante los retos que la vida nos presenta?. El dolor es la vida misma, la dificultad es un peldaño y una oportunidad, los retos son necesarios para su
crecimiento interior…

Qué nos pasa a los padres que queremos evitárselo a toda costa, acallando sus emociones, reprimiendo sus expresiones de dolor, de rabia, de ira, de alegría, de excitación… El dolor está, la dificultad existe, la tensión se produce y necesita ser expresada y acompañada.

La vida es un constante aprender, y para aprender sales de tu zona de confort y salir de tu zona de confort significa: miedo, duda, pérdida, riesgo, ganar y perder… y eso conlleva momentos de tensión y también de calma, sobretodo cuando eres niño, porque estás
experimentando, conociendo, saliendo al mundo, aprendiendo, poco a poco…  a su ritmo.

Y cuando se arriesgan, cuando salen, cuando deciden, cuando rompen, les pasan cosas y necesitan expresarlas, no les reprimamos ese expresar por que entonces desde el buenhacer de padres para evitar verlos tristes, llorando, patalendo, expresando, gritando, saltando, corriendo… les reprimimos el flujo de la vida.

Recuerdo cuando quería que mis hijos fueran estables, felices, sin conflictos, internos ni externos, sin sube y baja… y fuimos a la escuela libre para que en la libertad de ser quienes eran, desaparecieran todos esos conflictos… y recuerdo que no disminuían… seguía habiendo conflictos, rabietas, expresiones de dolor, de rabia, de tristeza, de miedo, de angustia, de alegría, de excitación… También había momentos de creación, de crecimiento, de risas, de silencios, de abrazos, de construcción… pero, qué es la vida sino?

La vida pasa a través de ellos más que de nadie porque ellos viven el momento presente más auténtico.

Entendí entonces que los conflictos no son negativos, los conflictos son conflictos cuando yo los miro así, desde mi conflicto interno, dese mi desconexión.

Sobreprotejo cuando intento que vivan sólo la parte «bonita» de la vida… pero la parte bonita que mis ojos ven e interpretan, la parte en que siempre estan tranquilos, en paz, alegres (pero no excitados), sonriendo, brillando…  mis ojos del miedo son los que ven que esa parte es la buena y que hay una parte «mala» en la vida…. mis ojos del corazón abrazan todos los momentos, estados y colores, del blanco al negro… El corazón acepta la vida en su esencia divina… completa. Por que voy a privar a mis hijos de verla también, porque les voy a negar la oportunidad de abrazar la luz y la sombra de la vida condenándolos a juzgar su sombra y sobrevalorar su luz, llevándoloes al camino interminable de ser mejores…

Los niños necesitan aprender qué es una emoción, qué le pasa, cuando y cómo, aprender a manejar y gestionar, que no reprimir, sus emociones. No los acallemos, expliquemos les qué les sucede, cómo canalizarlo, cómo no hacerse daño expresando, cómo escucharse y no engancharse, cómo relajarse, cómo conocerse y sobretodo como amarse.

Y a nosotros qué nos pasa con sus emociones?
Sabemos enseñarles a gestionar sus emociones?  Sabemos cómo gestionar las
nuestras? Nos conocemos lo suficiente para saber cuando y cómo aparecen? Cómo respirar,
como escucharnos y no engancharnos a ellas, como canalizar la energía…? Cómo aprender
del mensaje de las emociones, cómo reconocerlas cuando aparecen…?

Ahí está la clave, desde ahí es desde donde podemos cuidar sin sobreproteger, podemos acompañar sin controlar (ni reprimir), desde nuestro conocimiento de las emociones y de su gestión.
Y cómo les enseñamos? Con el ejemplo!

Si un niño pierde los papeles, nosotros mantenemos la calma o perdemos los papeles? nos ponemos a su altura, gritamos, aporremos la puerta, contenemos violentamente, castigamos? Cuando nos suceden cosas en la vida cómo reaccionamos, cómo gestionamos, cómo vivimos las emociones? Por que recordemos que nuestros hijos son espectadores de todos esos momentos

Cómo van a saber qué hacer con esa emoción si nadie les muestra? Con tu ejemplo o con tu acompañamiento… cómo van a saber si cuando explotan en una emoción nadie les dice, con el cuerpo: tranquilo, esto que te pasa es normal, es rabia, te amo aquí también, ámate
aquí, yo también la siento a veces y a mi me va bien hacer esto o lo otro… para
no hacerme daño ni hacérselo a los demás.

Eso es proteger a nuestros hijos, darles herramientas para que cuando las vivencias de la vida los sacudan puedan mantener el equilibrio interno, sentir la luz aunque no la vean, por que confían, por que saben que las emociones pasan, que el silencio es el mejor
compañero de uno mismo, que el amor es lo que perdura siempre!

Soy Carlota Sala Rabassa y la maternidad supuso una revolución en mí, y en mi familia. Desde que llegó mi primer hijo, nuestra vida empezó un nuevo camino y ahora soy madre de cinco niños maravillosos que son el motor de cambio y retorno a una vida consciente. Vivimos en medio de la naturaleza y mis hijos no van a la escuela. Soy practicante de la VIDA, y divulgadora del CUIDADO.

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