Soltar…

Llegó el otoño y con el otoño la llamada al hogar.

Nos hemos pasado 3 meses en expansión, este año más que nunca, tres meses más fuera que dentro, más en el otro que en el yo.

Montamos un casal de verano en casa, con niños de entre 3 y 8 años… Uau!! Una experiencia enriquecedora y agotadora, removedora, enloquecedora y muy gratificante. Un aprendizaje en toda regla, un máster en educación libre, nos conocimos más entre nosotros y a nosotros mismos. Nos unió a nuestros hijos, aprendimos tanto de ellos, a veces con dolor, a veces con ternura y muchas veces con alegría. Fue una de esas experiencia familiares que nos cambió a todos, todos dimos un paso adelante incluso el tercero que empezó a andar durante el casal…

Jordi y yo nos casamos, solos él y yo… (y nuestros padrinos-hermanos de alma). Materializamos nuestra unión!! mmm que contaros, siempre he sido de las que defendía que casarse era absurdo, pero no, no lo es, no lo fue. Escogimos un día, nos vestimos como quisimos, nos miramos a los ojos y le dijimos al mundo y al universo: yo te escojo a ti, en presencia de nuestros tres hijos, pegaditos a nosotros. Y de repente una fuerza de unión se apoderó de nuestra casa, todo y las dificultades, que no han sido pocas, la fuerza de esa unión sigue ahí, invisible a los ojos pero perceptible al corazón, nuestras almas que ya se sabían unidas, ahora lo gritan a los cuatro vientos.

Y entre tanto evento y sin darnos cuenta empezamos de nuevo. Empezamos un montón de cosas, nuevos trabajos, nuevos proyectos e incluso una nueva aventura escolar. Horarios, calendarios, relevos, siestas en la furgo mientras esperamos a papá, compras furtivas entre actividades, comidas preparadas la noche anterior, mochilas con un montón de por si acasos

…Y aunque tarde… llega el otoño, empiezan a caer hojas…
estoy de pie en el jardín esperando que uno de mis hijos se ponga los zapatos para salir corriendo a algun lugar y una hoja amarilla cae sobre mi cabeza, quieta, sin respirar, abro los ojos…

Y, de repente, conecto con la estación, con la naturaleza, con el paisaje que me rodea que no he mirado en días, tal vez semanas… y todo se ralentiza… todo deja de tener tanta trascendencia… me permito escuchar, oler y ver mi alrededor… y simplemente siento…

Estamos en otoño, la estación del soltar, despojarnos de lo innecesario para empezar el camino hacia dentro, de preparar la leña, de llenar la despensa, de hacer jabón y de hacer limpieza profunda de nuestra casa y de nuestro interior. Es hora de dejar de hacer poco a poco, de sentir el cuerpo quieto y escuchar el silencio un poquito más cada día…

Suelto y me dejo llevar… como una hoja que cae desde lo alto del árbol de mi jardín.

Soy Carlota Sala Rabassa y la maternidad supuso una revolución en mí, y en mi familia. Desde que llegó mi primer hijo, nuestra vida empezó un nuevo camino y ahora soy madre de cinco niños maravillosos que son el motor de cambio y retorno a una vida consciente. Vivimos en medio de la naturaleza y mis hijos no van a la escuela. Soy practicante de la VIDA, y divulgadora del CUIDADO.

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