Yo sé lo que necesito
Tengo tres hijos y educamos en casa así que muy a menudo me preguntan,
y cómo lo haces? Yo no podría!! y sin castigos?? no puede ser..
Sí, lo hacemos! de verdad! jajaja, mucha gente no nos cree y no cree que yo, su madre, la que pasa más horas con ellos seguidas y sola esté cuerda todavía.
En mi tercer embarazo alguien me preguntó: ¿Pero tu las decisiones por quien las tomas, por los niños o por ti?
Yo pensé para mis adentros, por ellos, queda claro! Ellos son la prioridad, no? Fue el principio de un cambio de mirada.
Casi todas las decisiones familiares, logísticas, de coles o no coles, de teta o no teta, de trabajar o no trabajar, etc, eran decisiones tomadas por ellos, para ellos, para su bienestar… para su felicidad!
¿Pero… y yo? ¿Y nosotros?
Durante un tiempo en cada decisión que tomaba pensaba ¿Dónde me quedo yo? Por el camino, diluida… Claro que su bienestar me aporta tranquilidad y felicidad. Pero también estaba la otra parte, la oscura, su malestar me hace sentir culpable… algo chirriaba…
Cuando nació el tercero y pasaron los primeros meses, empecé a quedarme sola con los tres mientras su padre trabajaba… enseguida vi que necesitaba apoyo… mucha dosis de paciencia, creatividad y muchíiisima autoestima…
Necesitaba estar en mi centro, en equilibrio el máximo tiempo posible… si no los nervios los perdía a la primera de cambio. Son tres niños con necesidades y demandas constantes que cubrir. Se pueden poner límites, claro, por supuesto, pero estar disponible y accesible era clave para el equilibrio de ellos y el mío. Pero cómo? no sabía cómo podía cuidar ese estado de centro…
Jordi empezó a viajar, viajes cortos y luego largos… intensos para él y para nosotros, con una recuperación y reequilibrio post viaje heavy.
Empecé a tomarme en serio mis espacios de cuidado, que entonces se limitaban a mi sesión de yoga y meditación (casi)diarios. Dependiendo de si los niños me lo permitían, si no estaba cansada, en definitiva si cabía…
Durante un viaje vi la luz después de morir en el infierno. Fueron días duros, muy duros… cansancio, gritos, lloros, frustración, soledad, impotencia, malhumor, rabia…
Un día, con un hijo en la teta y otro llorando porque estaba enfermo y quería brazos, me dije: no puedo más, Me rindo! no puedo hacer nada, solo estar, solo ser.
Aflojé la tensión de querer llegar a todo, de querer que la realidad que vivía fuese diferente, de luchar contra los acontecimientos, de sentirme culpable por no tener 4 brazos, lo único que podía hacer era ESTAR. Me entregué. Empecé a amarme en mi límite, empecé a no juzgar en base a bien o mal, empecé a no dejarme arrastrar por el «dolor» de mis hijos, a no sentirme sola enmedio de la tormenta… (aunque lo estuviera)… me permití y pude ser objetiva, entender mi límite y trascenderlo.
Y como el ave fénix renací de las cenizas. Mis hijos fueron la luz, pero la fuerza la saqué de mi interior. Yo me había buscado una dificultad de tal tamaño para poder trascender el dolor y el desespero.
Estuve unos cuantos minutos acompañando desde esta Paz a mis dos hijos. La rendición se convirtió en aceptación. Y desde ese momento cada conflicto o momento deseperado (que fueron muchos) me decía: ok, me entrego. me parece bien. Me acompaño, os acompaño.
Durante el resto del viaje no me enfadé más, ni con ellos, ni con Jordi, ni con el mundo… mis hijos se recuperaron de su respectivas dolencias, no por arte de magia, sino siguiendo su proceso natural.
Y yo entendí la lección más importante desde que soy madre: para que ellos esten bien YO debo estar bien. Y estar bien significa: colmada, plena y en paz.
Así que las decisiones ahora las tomo desde mi bienestar para mi bienestar y el de la familia. Yo me cuido, yo me amo, yo soy la primera. Luego vienen ellos. Porque contrariamente a lo que se cree socialmente eso no es ser egoista, es ser generoso, si yo estoy bien y en mi centro: escucho la voz de la intuición alta y clara, veo y comprendo mejor las necesidades de mis hijos y las familiares, llego más lejos, soy más coherente con ellos, más paciente, más amorosa, más creativa. Desde el lugar de “tu la última” y ellos primero, las decisiones y aportaciones son desde la carencia no desde la abundancia. Yo quiero tomar las decisiones, y vivir la vida con ellos, desde la plenitud para que todos seamos felices.
Y el ejemplo es el mejor maestro si ellos ven que yo me cuido, me quiero, no me violento, no me maltrato, ellos se cuidan, se quieren y se respetan.
El camino no es fácil, tenemos muchas creencias bien arraigadas que no nos permiten cuidarnos como debemos: la sumisión, la culpa, el poder entregado desde que eramos niños nos dificulta este camino… de hecho muchos de nosotros confundimos cuidarnos con evadirnos, otros tantos no saben por donde empezar la lista de lo que me hace sentir bien. Pero no es imposible. En nuestro interior está la clave, recuperar el poder es la misión. Yo sé lo que necesito y cual es mi camino, solo tengo que reconectarme con este saber interior.
Para cada uno el cuidarse es de diferente manera yo he encontrado la mía y te invito a que encuentres la tuya, le destines un lugar y un momento en el día a día y seas constante, y no te sientas culpable… poco a poco cada acción que hagas la harás con más amor hacia a ti y hacia los demás.
Así que ya sabéis mi secreto para acompañar a mis tres hijos día a día con respeto y amor, sin castigos ni gritos: cuidarme, amarme, respetarme.
Un día Jordi me dijo, qué bien estan los niños desde que vivimos en medio de la naturaleza… y yo le dije: a quien les sienta bien es a nosotros y por eso ellos estan tan bien.
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