La culpa y el merecimiento

En este proceso de tosferina de dos de mis hijos he tenido dos dias de bajón. Me he resistido a capa y espada a aceptarlos. Un sentimiento conocido se despertaba en este proceso… la culpa.

Me sentía mal de necesitar estar tirada en el sofá, tranquila, de querer dormir más o querer mirarme una peli sola y sin interrupciones…

Muchas mujeres me escriben para decirme que quieren tener su espacio diario de yoga pero no pueden, sus hijxs no les dejan, si es temprano se despiertan, pero en otros momentos lloran, les interrumpen, se enfadan… Cuando se toman ese tiempo.

Yo les digo que prueben otra cosa a parte del yoga, danza, meditación, una bañera larga y placentera o un paseo a solas… y lo mismo, lxs hijxs no quieren, no les dejan, no se quieren quedar con su padre o patalean cuando ven atisbos de movimiento de la madre.

Me reconozco en ellas en otras etapas de la maternidad.

Con el Yoga aprendí que ellos no son los que no “nos dejan” o “no nos dejan”, consciente o inconscientemente, somos nosotras las que no nos damos el permiso de tener estos momentos y espacios.

Cuan dañada está nuestra autoestima que no sólo nos sentimos culpables de tener tiempo para nosotras, sino que nos sentimos mal de quererlo.

Nos sentimos mal de querer estar ratos sin sostener, sin cuidar a otrx o sin estar presente para nuestrxs hijxs… sentimos que huimos de ellos, que los rechazamos o les abandonamos… nos sentimos extrañas al querer priorizarnos, de anhelar espacio para no hacer nada o todo solas, de querer cuidarnos o mirarnos… y que eficaz es la culpa que consigue que no lo tengamos.

Mi gran maestro en esto es mi marido, vaya, los hombres en general, durante este proceso en casa, él se ha dado sus espacios, pequeños, adecuados a la situación que vivimos, pero los ha cogido sin pedir permiso ni a mi, ni a mis hijos. Y ha vuelto vital, renovado y lleno. Y yo me pregunto… Desde donde doy? Desde el sacrificio?

Hacía tiempo que no la sentía tan clara la culpa.

Y pienso… que sutil es la culpa que se cuela por las rendijas del miedo y la inseguridad… La culpa tiene más fuerza cuando son los hijos son bebes y tememos que los estemos abandonando, cuando estan enfermos, cuando volvemos al trabajo o trabajamos “demasiado”… y seguimos, excusa tras excusa, sin darnos el permiso para cuidarnos y amarnos, sin darnos el permiso para sentir que lo merecemos.

Qué importante es aquí la tribu, una tribu en la que confies plenamente, con la que tus hijxs tengan vínculo, para dejar a tus retoños y saberlos cuidados y amados y así poder entregarte a tu cuidado.

En mi espacio de yoga lo sentía claro, pero parece que tengo que trasladarlo a la cotidianidad y poner mirada en estas finas grietas diarias por donde sutilmente se me cuela la culpa y me quita el permiso.

Recordemos siempre que el permiso no nos lo dan ellxs nos lo damos nosotras, y sí, nos necesitan, pero nos necesitan vitales, brillantes y llenas.

Soy Carlota Sala Rabassa y la maternidad supuso una revolución en mí, y en mi familia. Desde que llegó mi primer hijo, nuestra vida empezó un nuevo camino y ahora soy madre de cinco niños maravillosos que son el motor de cambio y retorno a una vida consciente. Vivimos en medio de la naturaleza y mis hijos no van a la escuela. Soy practicante de la VIDA, y divulgadora del CUIDADO.

1 Comentario

  • javierbleda

    Entiendo perfectamente esa sensación de querer y no poder por la tiranía de los “tiempos” impuestos. Hace cuatro años que vivo solo y trabajo en casa con dos de mis hijos, los pequeñitos, y si he descubierto algo es que cuanto más de mi tiempo les ofrezco más toman, como si fuera helado de chocolate. Lo hacen sin malicia, forma parte de su propia naturaleza, pero he necesitado un duro proceso interno de transformación para no ser absorbido por sus miradas, sus gestos, sus caricias, besos y abrazos y hacer entender que papá también necesita sus momentos para que así todos estemos mejor. Ha costado mucho, ahora tienen 6 y 7, pero cada día lo entienden con más nitidez, porque llegué a un punto en que no era yo, sino una suerte de traslación cuántica espacio temporal de lo que había sido, o peor todavía, de lo que quería ser.

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